Uno de ellos es Isidro Pat, quien explicó que el campesino maya suele sembrar la milpa para su subsistencia; sin embargo, la preservación de las semillas criollas es esencial. Por ello, cada año seleccionan cuidadosamente las mejores mazorcas para sembrar en el siguiente ciclo agrícola.

“Cada año renovamos la semilla, porque lo que levantamos es lo que volvemos a sembrar. Así se conserva. Si dejamos de sembrarla, la semilla se pierde y tendríamos que comprar otra que ya no es la nuestra, la que hemos tenido desde siempre como pueblo indígena. Nuestra semilla es indígena”, enfatizó.

Isidro señaló que las semillas criollas no solo son más resistentes a temporales y plagas, sino que también poseen un mejor sabor y mayor valor nutrimental en comparación con los granos llamados “mejorados”.

Agregó que, aunque en zonas con mayor tecnificación agrícola se cultivan variedades híbridas, en los ejidos donde se practica la milpa maya continúa existiendo un compromiso fuerte por preservar las semillas originarias.