Cancún, Quintana Roo.- El aislamiento social se ha convertido en una problemática creciente en Quintana Roo, intensificada por la pandemia, el envejecimiento de la población y el uso excesivo de la tecnología. Este fenómeno tiene efectos directos en la salud mental, aumentando los casos de ansiedad y depresión, trastornos que afectan tanto a jóvenes como a adultos mayores. En una conferencia magistral en la Universidad del Caribe (Unicaribe), la neurocientífica Christine Gierke expuso cómo el aislamiento social altera la estructura y funcionamiento del cerebro, desencadenando graves consecuencias emocionales.
Según Gierke, cuando las personas se aíslan, se activan áreas del cerebro asociadas al estrés, como la amígdala, mientras que se reduce la actividad en regiones vinculadas a la recompensa y el placer, como el núcleo accumbens.
La especialista destacó la importancia de los vínculos humanos como herramienta esencial para contrarrestar los efectos del aislamiento. Afirmó que no se trata solo de estar acompañados, sino de sentirnos vistos, escuchados y valorados. Además, hizo énfasis en la necesidad de políticas públicas que promuevan la inclusión social, especialmente entre los grupos más vulnerables, como los adultos mayores. Gierke señaló que la soledad no es solo un problema individual, sino un problema colectivo que requiere una respuesta colectiva.
Uno de los hallazgos más alarmantes presentados en la conferencia fue el impacto del aislamiento en la salud cerebral de los adultos mayores, especialmente en las mujeres. Gierke reveló que las mujeres mayores experimentan una mayor reducción en el volumen del hipocampo, una zona clave para la memoria y el aprendizaje, en comparación con los hombres. Este fenómeno podría explicarse tanto por factores biológicos como por los roles sociales que colocan a las mujeres en una situación más vulnerable frente a la soledad.
Víctor Salazar
